jueves, 6 de agosto de 2009

Más periodismo narrativo

Por: Andrés Puerta

Cuando hay personajes, hay periodismo narrativo

A los personajes del periodismo literario se les debe dar vida en el papel, exactamente como en las novelas, pero sus sensaciones y momentos dramáticos tienen un poder especial porque sabemos que sus historias son verdaderas
Norman Sims
Una de las grandes diferencias entre el periodismo informativo y el periodismo narrativo es la aparición de personajes, personajes completos, como los de la literatura. En el periodismo narrativo existen personajes porque logramos conocer su descripción física, pero, más importante, porque podemos percibir aspectos de su psicología y conocer la psicología permite medir la intención del autor.

No puede haber acción sin personajes y el lector tiende a verse relejado en uno de ellos. En el periodismo narrativo, como expresa Tomás Eloy Martínez (2006), se busca el rostro humano detrás de la noticia, ese con el que los lectores puedan sentir afinidad, en el que puedan encontrar su propia historia o una historia que puede sucederles.
La reportería[1], el gran ingrediente

Descubrí que uno tiene que comprender una gran cantidad de cosas aunque sólo sea para escribir un pequeño fragmento
John McPhee

Cuando se quiere escribir un buen texto sin tener que inventarse nada, esa restricción tiene que suplirse mediante una rigurosa investigación. Unas técnicas de campo que, en periodismo, confluyen en una palabra reverencial: reportería. Hay que conversar con los personajes, y también consultar a expertos para conseguir la información que no se posee, hay que entrevistar a varias personas, describir sensaciones, buscar la cara humana de la notica. Un periodista, como un novelista, no tiene la obligación de saber acerca de todo, pero sí tiene el compromiso ineludible de averiguarlo, de investigar, de hacer reportería exhaustiva.

La buena reportería se ocupa de distintos aspectos, trata de responder a todas las preguntas, es totalizante, no deja ningún dato suelto, intenta retratar todos los subtemas que tienen que ver con el tema principal, presenta un universo completo.

Para investigar, plantea Daniel Santoro[2], hay que tener una gran capacidad glúteo cerebral. Estar dispuesto a sentarse mucho rato, a llenarse las manos de tinta y la nariz de ácaros. A tener la misma actitud de los Muck-rakers[3] norteamericanos, esos periodistas “rastrilladores de estiércol”, que se dedicaron a evidenciar la basura de la política en Estados Unidos, cuyo ejemplo más famoso es el de Carl Bernstein y Bob Wodoard, quienes denunciaron el caso Watergate.

Los norteamericanos, como siempre, dicen haber inventado este tipo de periodismo, pero los argentinos, que nunca quieren quedarse atrás, están convencidos de que fueron ellos y para probarlo, una vez más, como hicieron con el Nuevo Periodismo, sacan la bandera de Operación Masacre, la novela de Rodolfo Walsh, pero antes que Walsh estuvo Rogelio García Lupo, quien denunció un caso de los ferrocarriles argentinos; también estuvo, en Nicaragua, Gregorio Soler. En Colombia, el gran ejemplo es la unidad investigativa que tuvo el periódico El Tiempo, con Daniel Samper, Alberto Donadío y Gerardo Reyes a la cabeza, pero antes que ellos estuvo José Antonio Osorio Lizarazo quien en sus novelas y en sus crónicas denunció los abusos a los que eran sometidos los seres marginales de la Bogotá de principios y mediados del siglo XX.

En la investigación periodística hay que tener en cuenta las entrevistas, los documentos, las fuentes y las citas bibliográficas. Hay que buscar antecedentes, personas, instituciones, empresas, visitar bibliotecas, archivos, centros de documentación.

El periodismo y la literatura

La literatura es una noticia que siempre es noticia
Ezra Pound

La literatura y el periodismo han tenido una relación estrecha, unos lazos que las han emparentado y enriquecido. Ese vínculo se hace más claro en el Nuevo Periodismo, que los norteamericanos dicen haber inventado, pero que ya estaba latente en la obra de Daniel Defoe[4], en el Diario del año de la peste; en la de José Martí[5], y, más contemporáneamente, en el Relato de un Náufrago[6] de Gabriel García Márquez. Este tipo de periodismo se vale de unas técnicas similares a las de la literatura, como contar el relato escena por escena; el manejo del tiempo y la tensión para crear atmósferas y dar cuenta de los hechos que los ocupan. Inclusive, ambas son construcciones del lenguaje y a él se deben. El periodismo narrativo tiene el compromiso con la información, pero además con el componente estético.

Es cierto que, como han planteado escritores y teóricos, los escritos en los periódicos envejecen muy rápido; pero tienen una forma particular de envejecer, en tanto son una muestra de lo social, una manera para transmitir el conocimiento. El periodismo narrativo tiene además la particular característica de trascender en el tiempo, se puede leer una buena crónica de hace mucho tiempo e identificar todos los elementos de validez que se encuentran en un buen relato literario, en el que se establece un diálogo entre el lector y el escritor de cualquier época.


Periodismo con una mirada subjetiva
Un periodismo que toma decisiones como el tipo de narrador que va a utilizar, que desecha gran cantidad de información, que incorpora anécdotas y detalles que, al periodismo de primera plana, pueden parecer insignificantes; un periodismo que reconstruye atmósferas, lugares, personajes; un periodismo en el que se notan las particularidades del periodista que lo escribe; que escoge temáticas sin necesidad de que provengan de historias espectaculares, necesariamente tiene una mirada subjetiva.

La profesora y periodista Patricia Nieto[7], plantea, en el prólogo del libro Escribiendo historias. El arte y el oficio de narrar en el periodismo, del escritor y periodista Juan José Hoyos[8] (2003), que:

Los combates por la narración en el periodismo se libran en la arena de lo subjetivo, y ello sugiere que los periodistas desean conquistar la ambigua franja donde se unen lo público con lo político, lo colectivo con lo privado, lo íntimo, lo individual. Esta tendencia, subversiva si se quiere, se ha extendido sobre campos antes exclusivos de literatos, antropólogos, historiadores y filósofos. (Nieto. En: Hoyos, 2003, p. 5).

En el periodismo narrativo es importante la interpretación, esa parte subjetiva que menciona Patricia Nieto (2003). Las crónicas, como los cuentos; los reportajes, como las novelas, no son la realidad, son una representación de esa realidad, y se acercan a lo que George Stainer[9] (2000) ha denominado posficción, ese campo en el que hay una delgada línea entre la ficción y lo fáctico. Eso sí, con la claridad absoluta de que en el periodismo no hay lugar para aquello que se inventa, no cabe la mentira.

El asunto de la subjetividad en el periodismo parece un equívoco, si miramos al periodismo desde su concepción tradicional o si nos apegamos a la definición del periodismo informativo, pero el periodismo va más allá de la noticia, en él están presentes otros géneros en los que es necesario el componente subjetivo, la mirada, la interpretación, el análisis, la descripción del periodista que los realiza.

El buen periodismo, ese que han llamado Nuevo Periodismo, Periodismo Literario, Literatura de Hechos, Literatura de no ficción, Periodismo Personal, Paraperiodismo o el arte de narrar en el periodismo, como lo definiría Juan José Hoyos (2003), es subjetivo y omnívoro, porque toma elementos de las distintas disciplinas de las Ciencias Sociales y las distintas disciplinas de las Ciencias Sociales toman elementos de él. Este tipo de narraciones, como lo demostraron Luis Tejada[10], García Márquez y Osorio Lizarazo se pueden transformar en una forma de literatura.

La noticia deja de ser objetiva, la objetividad como la verdad son conceptos relativos, lo que busca este tipo de periodismo es ser preciso, consultar el mayor número de fuentes posibles para acercarse al hecho, hacer una investigación responsable, contrastar distintos tipos de fuentes y, por supuesto, que el periodista interprete los datos, que no sea un agente pasivo, un simple transmisor de información.

Uno de los valores periodísticos que actualmente sufre toda suerte de ataques es el de la objetividad. La objetividad se puede entender en dos sentidos: como una búsqueda de la verdad, o como un total apartamiento emocional e ideológico del periodista frente a la noticia. No hay duda de que la segunda es, al menos entre seres humanos, un mito. Toda noticia, todo reportaje, está lleno de decisiones de tipo personal del periodista […] El contenido de objetividad como cualidad periodística se ha renovado en el sentido que se lo entiende ahora como la actitud profesional a favor de la verdad. (Gordimer, 1997, p. 30).

La premio Nobel de 1991, Nadime Gordimer, entiende que el periodismo no puede transmitir la realidad, únicamente puede representarla. Tiene claro que las noticias o las crónicas o los reportajes son escritos por seres humanos, que tomarán decisiones que afectarán el escrito: ¿qué voy a contar? ¿Cómo lo voy a contar? ¿Qué enfoque le daré al texto? ¿Qué tipo de fuentes utilizaré? ¿Cuál género será el más adecuado para mi historia? Son interrogantes que condicionan el texto que se produce y lo que le llegará a los lectores; pero también entiende que estas decisiones deben ser responsables y se debe buscar la mayor precisión posible.

Oriana Fallaci[11], en una entrevista con la revista Time, ratificó estos conceptos, afirmó que odiaba la palabra objetividad, que prefería referirse a lo “correcto” y a lo “honesto”, y agregó: “Mis entrevistas nunca son frías. Porque me enamoro de la persona que está frente a mí, así la odie. Una entrevista es para mí una historia de amor. Es una pelea. Es un acto sexual” (Fallaci, 1975, 20 de octubre. Time. p. 47).

Tomás Eloy Martínez (2006) también ha reflexionado sobre el tema de la objetividad y ha expresado: “De todas las vocaciones del hombre, el periodismo es aquella en la que hay menos lugar para las verdades absolutas. La llama sagrada del periodismo es la duda, la verificación de los datos, la interrogación constante” (Martínez, 2006, p. 38). En el periodismo siempre hay que tener una determinada inclinación hacia la duda, hacia la confirmación, hacia la vivencia.

Relaciones incestuosas entre el periodismo y la literatura

En una sociedad en la cual los estudiantes aprenden que hay dos clases de escritura, la ficción y el periodismo, y que el periodismo es en general una prosa opaca, hacer periodismo literario es un negocio difícil.
Norman Sims

El periodismo y la ficción, asociada a literatura, son dos universos diferentes y presenta un amplio escenario para indagar cómo pueden encontrarse la literatura y lo fáctico, en textos periodísticos que pueden tener valor estético.

El periodismo como una modalidad de discurso, desde su génesis, comparte distintas características con la escritura que se considera tradicionalmente como literaria, es decir, como arte del lenguaje. El periodismo no es una imagen que refleja la realidad, sino una construcción, una representación de ésta. Y construcción quiere decir que es una producción discursiva, con todas las características que puede tener una representación de una obra literaria.

La teoría contemporánea de los géneros enseña que el género literario no debe entenderse como un sustrato metafísico. El género no es una esencia, sino un producto histórico: hay géneros que dejan de cultivarse, mientras otros aparecen como resultado de fusiones, mezclas, ensayos o trasgresiones de categorías existentes. En este sentido géneros como la epopeya son considerados en desuso, y géneros como la crónica o el reportaje, podrían considerarse como literarios, a partir de sus relaciones, sus aportes, sus construcciones comunes. Además, como plantea Tzvetan Todorov[12] (1988), “Un nuevo género es siempre la transformación de uno o de varios géneros antiguos: por inversión, por desplazamiento, por combinación” (Todorov, 1988, p.34).

Manuel Silva Rodríguez (2007) habla acerca de las relaciones entre periodismo y literatura y lleva la problemática más allá de lo meramente formal, a través del análisis a la obra de Truman Capote[13] intenta una reformulación del concepto de literatura canónica, inclusive, esboza un intento de ampliación del horizonte estético.

No se trata de trasladar técnicas o procedimientos de un campo a otro, sino de poner en cuestión el concepto mismo de literatura privilegiado por la tradición. A la luz de la noción más convencional de lo que se puede entender como literatura, el trabajo de Capote aparecía como un verdadero oxímoron: novela de no- ficción, o sea, literatura sin invención. (Silva, 2007, p. 67).

Para fundamentar sus planteamientos, Silva Rodríguez (2007) recurre a la opinión de varios teóricos que coincidieron en señalar esas características de fondo, y de forma, que tiene el periodismo narrativo, y centra su atención en la diferencia entre lo imaginativo y lo imaginario. En el periodismo puede haber textos muy imaginativos, que requieren un gran esfuerzo intelectual de sus autores. Lo único que quedaría excluido sería lo imaginario, lo ficcional:

La novela de Capote, pues, puso al descubierto que, para crear literatura, para que un texto adquiera valor literario, no necesariamente tiene que tratar de cosas imaginarias, hablar de lo que podría ser, sino que puede tomar como material lo que ya fue, lo existente [...] en arte, y por lo tanto en literatura, importa menos el qué (en este caso su naturaleza, si es ficticio o no) que el cómo. Importa más cómo está configurado el material, es decir cómo se organizan los elementos y conforman un todo coherente, que de dónde procede, si de la imaginación del autor o de la realidad fáctica. En otros términos, recordando la estética de Adorno, podríamos decir que aquello que inventa o descubre el autor es el cómo, la forma adecuada a su material. (Silva, 2007, p. 67).

Silva inclusive se remonta a las reflexiones de los griegos y plantea unos posibles errores de interpretación de la crítica a las teorías planteadas por los clásicos, y formula nuevas interpretaciones que apoyarían el hecho de que algunos textos periodísticos puedan considerarse literatura.

Pese a que se ha prestado más atención a la parte en que Aristóteles dijo que el poeta escribe sobre aquello que podía ser, el mismo filósofo agregó después lo siguiente: “De todo lo dicho se desprende con claridad que el poeta debe ser más un hacedor de tramas que de versos […] Y si en algún caso se hace objeto de su poesía sucesos reales, no por ello es menos poeta”. (Silva, 2007, p. 67).

Otra reflexión de Silva Rodríguez (2007) tiene que ver con la recepción de la obra de arte. De nuevo, a partir de la obra de Truman Capote, y de la subversión a esta problemática estética: “En efecto, se trata de la reafirmación de que por fuera de los cánones y de la teoría que pretenden predeterminar qué es arte, en última es en el momento del contacto del receptor con la obra cuando se reconoce la calidad estética o no de la creación”. (Silva, 2007, p.67).

La estética y la recepción de las obras estéticas no pueden ser estáticas; hay momentos en los que es necesario analizar tendencias diferentes a las dominantes, ampliar los horizontes. Esto es fundamental ya que, según expresa Silva Rodríguez (2007):

Como postula Heidegger, la experiencia del arte es un shock a nuestra forma habitual de ver las cosas que nos mueve a verlas de otra manera, en obras como éstas donde no hay ficción su grandeza radica en que aun estando el lenguaje ligado a la realidad efectiva, por la organización total del material que le da cuerpo la obra trasciende el nivel informativo y nos comunica más que los datos escuetos tomados de los hechos reales. Es porque las convenciones estéticas se han roto, que el pensamiento estético más contemporáneo ha trasladado la pregunta de qué es el arte hacia los interrogantes de dónde o cuándo hay arte. (Silva, 2007, p. 67).

Estos postulados están en la misma línea que expresa el teórico francés Gerard Genette (1991), en su texto Ficción y dicción, en el que plantea la existencia de un criterio temático y otro formal para la consideración de un texto como literario. Inclusive, piensa que:

Por ser un fenómeno plural, la literaridad exige una teoría pluralista que se haga cargo de las diversas formas que tiene el lenguaje de escapar y sobrevivir a su función práctica y producir textos susceptibles de reconocimiento y apreciación como objetos estéticos. (Genette, 1991, p. 27) .

En este postulado es clara la necesidad de no ser estáticos en la apreciación y está la certeza de no determinar a la ficción como único criterio para definir la literariedad (eso que le concede su carácter de literario a un texto). Manuel Silva Rodríguez (2007) reivindica estos elementos en la obra de Truman Capote, pero antes de Capote estuvo Daniel Defoe, Rodolfo Walsh[14], y también Osorio Lizarazo.

El lenguaje está ligado a la realidad y trasciende lo meramente informativo, tiene una poética de lo real. Los textos de periodismo narrativo no centran su literariedad en lo ficcional, sino en la forma, una narración que trabaja con la investigación rigurosa y muestra las particularidades de una ciudad en la que dominaba la pobreza. Mijail Bajtin (1989) plantea que la novela es uno de los géneros más amplios que existe, y ya se demostró que se podía hacer novela sin necesidad de la ficción:

La novela permite la incorporación a su estructura de diferentes géneros, tanto literarios […] como extraliterarios. En principio, cualquier género puede incorporarse a la construcción de la novela; efectivamente, es muy difícil encontrar un género que no haya sido incorporado nunca por alguien a la novela. (1989, p. 435).

Dentro de esta técnica es importante tener en cuenta la opinión de Germán Santamaría[15] (1997), uno de los grandes cronistas de las últimas décadas en Colombia, quien describe una metodología importante:

Creo que en el periodismo sí es posible plantear hallazgos estéticos, hallazgos que perduren por la belleza y que le den a los lectores una sensación de espiritualidad, de rabia, de amor, de rechazo, de ira, de violencia, de cuestionamiento o de gran belleza, de gran sutileza, inclusive de dimensión musical. (Santamaría, 1997, p.11).

Esta metodología cumple la premisa que promulgaba Joseph Pullitzer, citado por Velásquez (2005), entre sus reporteros “hazlos reír, hazlos llorar, pero provócales emociones” (2005, p. 91). Una manera de observar la escritura, lo literario a través de lo real, y esa premisa de que se pueden construir textos literarios con lo periodístico se puede comprobar con la lectura del cronista de cronistas en Colombia: Luis Tejada, sobre el que Luis Germán Sierra (2008) escribió:

Aunque la escribió toda en periódicos y revistas: de Medellín, de Bogotá, de Pereira, de Barranquilla, la suya es de las más genuinas literaturas, de las más sobrias, de las más elegantes, de las más inteligentes, también de las más divertidas y a veces de las más irónicas. Pero no era ficción lo suyo sino pequeñas crónicas, es decir, asuntos de la realidad, del pasar cotidiano [...] cientos de crónicas, de breves ensayos en los que puso, sin excepción, una dosis tal de sensibilidad, de sabiduría natural y de percepción poética, que, 110 años después, no sólo es muy difícil parangonarlos con alguna otra obra en nuestro medio y aun en un medio distinto al nuestro, sino que conservan intacta su lozanía, su frescura juvenil, su delicada y sutil elegancia. (Sierra, 2008, p. 6).

El periodismo también ha contribuido al desarrollo de la literatura, la obra literaria de Luis Tejada está conformada por crónicas, que son piezas sensibles de realidad, este aporte también lo podemos vislumbrar a través de la lectura de ese fragmento del acta del premio Nobel que le fue concedido a Gabriel García Márquez que dice: “por su obra literaria y periodística”. Un premio eminentemente literario que reconoce, además de lo obvio: el aporte de la literatura, la contribución de lo fáctico en la obra de, quizás, el mejor periodista colombiano de todos los tiempos.

William Faulkner[16]., hablando sobre sus novelas afirmó: “Todos mis personajes son gente a la que conozco y sobre la que hice muchas averiguaciones” Uno de los grandes maestros del periodismo narrativo, Gay Talesse, en una entrevista realizada por Boyton (2005), planteó:

Quiero transmitir el asombro de la realidad. Creo que si uno excava lo suficiente dentro de los personajes, éstos se vuelven tan reales que sus historias adquieren un aire imaginario. Parecen de ficción. Yo aspiro evocar la corriente ficcional que fluye bajo el río de la realidad. (2006, p. 19).

Personajes reales, transmitir el asombro de la realidad, un literato como Faulkner; un periodista como Talesse, que comparten técnicas narrativas, recursos intercambiables, una relación incestuosa entre el periodismo y la literatura que les ha aportado métodos, maneras de trabajar y de concebir la escritura.

El periodismo como trasmisor de conocimiento

Cada noche, después de contarles historias a sus nietas, Somerset Maugham iba hasta la puerta y las miraba una vez más, rendidas al sueño: «Sentía allí que un narrador, en el fondo, no es más que eso: el que apaga la luz». Un cronista, por el contrario, vendría a ser el que la enciende
Julio Villanueva Chang

Cuando se escribe se comparte el saber, la experiencia y lo que se investiga, se establece un diálogo entre el escritor y el lector de cualquier época, en esta conversación interviene el saber y el acervo cultural de cada uno. Por eso uno de los principales fines del periodismo es la transmisión de conocimiento, dejar huella de la sociedad y de la época en la que se escribe. En este propósito cumple un papel fundamental la crónica, desde su etimología: Chronos, tiempo; este género se ha encargado de registrar la sucesión temporal desde que el ser humano adquirió el lenguaje, desde esa feliz conjunción entre lengua y habla.

Se habla de crónica a partir las primeras civilizaciones que intentaron dejar testimonio de sus costumbres, la crónica está presente en la Biblia, en el Génesis, en el principio, rico en testimonios. También hay crónica en los griegos y romanos quienes documentaron el esplendor de sus civilizaciones; hablamos de los Cronistas de Indias, quienes maravillaron a Europa con lo que encontraron en el Nuevo Mundo, grandes hombres como Alejandro Magno tenían cronistas a sueldo para registrar sus hazañas.

Mucho se ha criticado al periodismo por tener una fecha de vencimiento muy próxima, por tener una caducidad casi inmediata, pero esa evanescencia temporal desaparece cuando el periodismo que se hace tiene un componente estético y logra capturar el ambiente, las costumbres, la cultura en la que se produce. Por eso, las investigaciones de las ciencias sociales, y hasta de la literatura, comienzan con una revisión de la prensa, por eso podemos sorprendernos frente a una crónica escrita hace varios años.

En la cartilla número 13 del Legado del saber, que publicó la Universidad de Antioquia como parte de la celebración de sus 200 años, llamada Literatura de urgencia, Juan José Hoyos (2003), plantea que: “El periodismo ha sido tal vez la actividad humana que, junto con la historia, la literatura y otras artes como el teatro y el cine, les ha permitido de manera más profunda a los hombres conocerse a sí mismos y arrojar luz sobre su propia historia”. (Hoyos, 2003, p. 12).

Ese conocimiento nace de la posibilidad de mirar el reflejo de una época, de rastrear las costumbres, los modos de vida, el habla de la gente. Hay corrientes literarias que se imponen y determinan el tipo de literatura que se produce en algunos momentos, por eso el periodismo, ansioso de contar lo que pasa en un lugar determinado, en un tiempo determinado, con el privilegio del aquí y el ahora, constituye una fotografía fundamental, un espejo en el que las generaciones del futuro, cualquier futuro, pueden mirar y conocer lo que sucedía y cómo sucedía. En ese sentido, es necesario que el reportero sea detective, obrero, pero también un sujeto con los sentidos dispuestos a ver, oler, escuchar y capturar una época. Es necesario un periodista que sea consciente de que no escribe para el momento sino para capturar el momento que más adelante puede ser consultado. Esto sería, como escribió Juan Villoro[17], citado por Julio Villanueva Chang[18] (2006), “un modo de improvisar la eternidad”.

Norman Sims, en Los periodistas literarios o el arte del reportaje personal (1996), plantea que “como los antropólogos y los sociólogos, los reporteros consideran que comprender las culturas es un fin” (1996, P.15), los periodistas buscan que la acción hable, que sus relatos sean una manera de entender y retratar la cultura en la que viven. El investigador Donaldo Alonso Donado Viloria en su estudio titulado Crónica anacrónica. Un estudio sobre el surgimiento, auge y decadencia de la crónica periodística en Colombia (2003) señala a su vez que: “La crónica es memoria escrita”. La crónica y el periodismo, en general, sirven para dejar testimonio de la época en la que se escriben. La escritura permite que esa huella se conserve, que no sea una sustancia etérea que puede evaporarse.

Para lograr estas condiciones se necesita un nuevo periodista, en su definición, Julio Villanueva Chang propone unas nuevas responsabilidades de géneros como la crónica

… para un lector una crónica ya no es tanto un modo literario de «enterarse » de los hechos, sino también una forma de «conocer » el mundo. La crónica se ha vuelto una forma de conocimiento. Un cronista ya no es sólo un escritor de la información. Se necesitaba una definición más ética. Ahora su tarea parece ser contar una historia de verdad y evidenciar los síntomas de su época. Se trata de convertir el dato en conocimiento. (Villanueva Chang, 2006, p. 57).

Convertir el dato en conocimiento es ir más allá de lo estadístico, es responder al componente estético, procurando lograr una asociación que le permita al lector entender y aterrizar una cifra y al componente informativo entendiendo que se hace periodismo y no es suficiente con que se escriba bonito.

Pero no sólo la crónica asume esta responsabilidad, para establecer la diferencia entre el periodismo perecedero y aquel que trasciende debemos analizar un concepto básico, el de géneros periodísticos. Para el profesor Martínez Albertos, citado por César Mauricio Velásquez, en el Manual de géneros periodísticos (2005) éstos son “aquellas modalidades de creación lingüística destinadas a ser canalizadas a través de cualquier medio de difusión colectiva y con el ánimo de atender a los dos grandes objetivos de la información de actualidad: el relato de acontecimientos y el juicio valorativo que producen tales acontecimientos”, es decir, los géneros periodísticos, independiente del medio en el que se presenten, son formas de creación lingüística en las que es posible opinar, narrar y describir, en ellos hay un autor, con nombre propio; puede existir un narrador, unos personajes, un tiempo, un espacio, como en la literatura.

El concepto de género periodístico, según Velásquez (2005) fue utilizado inicialmente por Jacques Kayser quien en 1952 veía en este concepto uno de los criterios para la clasificación de los contenidos de la prensa.

La teoría clasificadora de los géneros periodísticos no se creó inicialmente con una preocupación filológica o literaria, sino más bien como una técnica de trabajo para el análisis sicológico de carácter cuantitativo de los mensajes que aparecían en los periódicos, posteriormente se perfiló como una doctrina filológica propia de la sociolingüística, de gran utilidad para hacer valoraciones críticas de carácter literario y lingüístico (Velásquez, 2005, p. 15).

Desde un principio los géneros periodísticos buscaron definir una literariedad de determinadas formas de ofrecer las noticias, maneras para cumplir con el doble compromiso del contenido: la información y un componente estético: la forma.

Es importe aclarar, eso sí, el planteamiento de Gomis, citado por Velásquez (2005)

los géneros son modos convencionales de captar y traducir la realidad. Las reglas por las que se rigen son bastantes flexibles y admiten muchas variedades. Lo fundamental, sin embargo, es que cada uno de ellos cumple una función distinta y cubre un sector de ese amplio arco que va desde la noticia al editorial (Velásquez, 2005, p. 16).

Cada género tiene una función y unas características específicas, las noticias se concentran en la respuesta a unos interrogantes, que la teoría ha denominado Ws, por sus siglas en inglés; los textos narrativos y descriptivos no abandonan el componente informativo, pero se concentran en otros aspectos formales que le dan gran valor a los verbos, los sustantivos o los adjetivos, según el caso, y existe una tercera corriente, que son los géneros de opinión, que buscan interpretar y orientar, en los que hay una valoración de los hechos.


[1] El término reportería nació del uso de la palabra reporter, se introdujo a principios del siglo XX, luego se convirtió en reportero. Esta palabra se aplicaba al periodista que buscaba las noticias fuera de la sala de redacción, también al periodista que conseguía información a través del trabajo de campo y uso de la entrevista.

[2] Periodista y editor argentino, autor del libro Técnicas de investigación: métodos desarrollados en diarios y revistas de América Latina. (2004). México: Fondo de Cultura Económica.

[3] El término Muck-rakers tiene que ver con una expresión utilizada por el presidente de Estados Unidos Theodore Roosevelt quien acusó a un grupo de periodistas quienes habían denunciado un caso de corrupción en el Senado, de buscar la basura de las alcantarillas.

[4] Daniel Defoe (1660 - 1731) fue un escritor, periodista y espía inglés, famoso por su novela Robinson Crusoe. Su novela Diario del año de la peste aplica la técnica periodística: recurre a cifras, a estadísticas, a entrevistas para presentar un panorama de Londres devastado por la peste.

[5] Susana Rotcker, en su texto La invención de la crónica (2005), demuestra que la crónica periodística, escrita por José Martí, sobre todo durante su estadía en Nueva York, Estados Unidos, fue definitiva en la consolidación de su obra y del modernismo en América Latina.

[6] Este texto es considerado una de las piezas maestras del periodismo narrativo, inclusive ha sido estudiado como un ejemplo para los estudiosos del testimonio, como un género no canónico que busca darle voz a los que no la han tenido.

[7] Periodista antioqueña, estudiosa de los géneros periodísticos, ganadora del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, de los Premios Nacionales de Cultura Universidad de Antioquia y del Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí.

[8] Escritor y periodista antioqueño, estudioso del periodismo narrativo y del reportaje.

[9] Francis George Steiner (París, 23 de abril de 1929), crítico y teórico de la literatura y de la cultura, y escritor. Ha sido uno de los teóricos que ha propuesto la consideración del estudio de géneros no canónicos, como la historia, a través del concepto de la Posficción.

[10] Escritor antioqueño nacido en 1898, su obra se concentra en las crónicas, pequeños fragmentos cotidianos de la realidad. Las crónicas de Tejada tratan el análisis de temas y personajes que no estaban en la primera página de los periódicos.

[11] Fue una de las periodistas más destacadas de su tiempo, exploró el periodismo narrativo. Sobre todo, se concentró en la entrevista, en la que se destacó por la facilidad para ganarse la confianza de sus entrevistados y, de esta manera, conseguir que sus entrevistas fueran más parecidas al diálogo que al interrogatorio.

[12] Lingüista, filósofo, historiador, crítico y teórico literario de expresión y nacionalidad francesa, nacido en Bulgaria en 1939.

[13] Periodista y escritor estadounidense, su novela A sangre fría (1966) es considerada la precursora del Nuevo Periodismo. En ella, a través de una investigación de más de seis años, el autor reconstruye el asesinato de una familia en Holcomb, Estados Unidos. Este hecho había sido una noticia de unos pocos renglones en la prensa informativa, pero Capote aplicó técnicas literarias para hacer un Gran Reportaje, en un género que él mismo denominó Non fiction novel.
[14] Según los argentinos es el creador de la Novela de no ficción, su libro Operación masacre que relató los hechos ocurridos en 1956, cuando se presentó un contra-golpe militar fallido a la dictadura de la llamada Revolución Libertadora. En un terreno baldío de la provincia José León Suarez, de Buenos Aires, Argentina, fueron fusilados varios civiles sospechosos de hacer parte del levantamiento. A casi seis meses del hecho, alguien le dijo a Rodolfo Walsh que un fusilado vivía. Gracias a la investigación, Walsh descubrió que había siete sobrevivientes, los contactó y contó su historia.

[15] Nació en el Líbano, Tolima, el 24 de enero de 1950. Ha obtenido diversos primeros premios en concursos nacionales e internacionales de cuento, novela y periodismo, recibió, entre otros, el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en cuatro ocasiones, el internacional Merhengiger de Canadá, el de la Organización Continental Latinoamericana de Estudiantes, (Oclae) y el Iberoamericano de Novela en Chile.

[16] Entrevista a William Faulkner. En: http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/opin/faulkner.htm. Recuperada el 5 de noviembre de 2008.

[17] Juan Villoro es uno de los principales cronistas de Latinoamérica, sus textos han sido publicados en América y Europa, sus crónicas tocan temas que van desde el fútbol hasta los Simpson. En su trabajo se destaca la combinación de narración e información, en un entramado narrativo que se relaciona con el ensayo.

[18] Julio Villanueva es un periodista peruano, su labor también lo llevó a ser el fundador y director de la revista Etiqueta Negra, una de las más importantes del continente en el periodismo narrativo, en ella publicaron su trabajo grandes figuras como John Lee Anderson y Juan Villoro, pero también sirvió de escuela para nuevos cronistas que pulieron su estilo y encontraron una voz fresca y rigurosa con la tutela de Villanueva Chang.

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